domingo, 27 de enero de 2013

LE LLAMABAN TRINIDAD

Dirigida por Enzo Barboni en 1971, es una producción italiana que tiene como protagonistas a Bud Spencer y Terence Hill. Ejemplo indiscutible de spaghetti western en la que los elementos propios del género están presentes a cada fotograma.
Por un lado, de parte de los malos, nos encontramos con unos personajes rudos, duros y de dudosa moral y reputación, sucios, que no sienten apego por el sistema (apenas inexistente en el lejano oeste) y carentes de escrúpulos.
Por otro, de parte de los menos malos, y digo menos malos porque los supuestos buenos son una banda de cuatreros compuesta por "el Niño", "Farina y el Tímido" a los que se une Trinidad, hermano del Niño.
 Así que tenemos a unos protagonistas completamente contrapuestos a tantos héroes del western americano de moral impoluta, tipo Gary Cooper en Solo ante el peligro, más propia de un super héroe de honorabilidad intachable como Superman.
El argumento, trillado y manido hasta la saciedad es bien simple: una banda de malhechores pretende expulsar del valle a unos colonos contrarios a la violencia.
Nuestros protagonistas,o al menos el Niño, lejos de prestar su ayuda en aras del bien, lo hacen buscando el beneficio propio, con la intención de robar al Mayor, jefe de la banda, cuantos más caballos mejor.
En definitiva se trata de apagar fuego con más fuego aún.
Trinidad, la mano derecha del diablo, el pistolero más rápido, sucio y hambiento del oeste, de sonrisa permanente y perfecta, no se altera ante nada, todo se lo toma a broma, seguro de sí mismo y de su potencial maneja sutilmente a su hemano "el Niño" para que ayude a "los agricultores" a lo largo de un metraje compuesto de mamporro va y mamporro viene aderezados con unos diálogos rápidos, fluidos y simpáticos.
Mencionar el apartado en que aparece el bandido llamado Mezcal, concretamente en su segunda llegada al campamento de los agricultores junto a sus hombres, una banda patética y ridícula que más bien parecen un hatajo de payasos salidos de un decadente circo, más sucios, mas rudos y tan bestias como nuestros queridos protagonistas.
Aspectos técnicos propios de Leone como el zoom, la puesta en escena realista y algún que otro pasaje aderezado con música de trompeta, nos demuestran que es un spaghetti western "de libro", tal es la escena en la que Trinidad se asoma por la ventana de la oficina del sheriff y observa a los dos matones que han llegado al pueblo contratados por el Mayor. Los despacha con rapidez y una sonrisa y es que no nos equivoquemos... a Trinidad le encanta la bronca, es su medio natural en el que se desenvuelve como pez en el agua.
Hay un personaje al que tienen para arriba y para abajo toda la película, borracho perdido y que le da un punto más cómico a todo el conjunto, estando presente hasta el final, que se resuelve, cómo no, a garrotazo limpio, sin que haya un solo muerto.
Respecto a la banda sonora, compuesta por Franco Micalizzi, cabe decir que posee ese tono legendario propio de estas producciones y que además, goza con la presencia del silbido que de nuevo nos recuerda a los films de Leone.

Una película fresca, simpática y honesta que no pretende otra cosa que entretener, divirtiendo sin más pretensiones y, a mi juício, una de las pocas sino la única que se puede considerar mejor hecha de las que nos ofrecieron en su tiempo Carlo Pedersoli y Mario Gorotti, más conocidos como los entrañables Bud Spencer y Terence Hill.
Gozó de una secuela: "Le seguían llamando trinidad" que no es tan buena como la primera pero no pierde el espíritu de esta.
Para finalizar, destacar que no existe trilogía de esta saga, ya que "Y después le llamaron el magnífico", aunque dirigida por el mismo director y protagonizada por Terence Hill, no tiene nada que ver, ya que el personaje es distinto.
 
 
"...si pagas por adelantado, apuesto a que no serás tú el que quede en pie...no sé si te has parado a pensarlo"

sábado, 26 de enero de 2013

Cinéfilo o cinéfago. Algunos placeres culpables


Cinéfilo: dícese del gourmet, que sólo consume lo exquisito, el llamado buen cine. Cinéfago: dícese del consumidor compulsivo, aquel que se traga las películas como un avestruz. ¿Se puede ser las dos cosas a la vez? Claro; hay tiempo para degustar un solomillo de buey, o para zamparse un bocata de calamares. Hay quien elige ser siempre gourmet o comedor compulsivo; yo veo más divertido hacer las dos cosas según el momento.

 

Os voy a comentar películas poco valoradas y hasta malísimas, que me gustan, ya sea porque les veo cualidades que merecen la pena que compensan lo negativo, ya sea porque me río de las incoherencias, chapuzas, y demás detalles que pueden ser muy divertidos. Los géneros de la comedia y del terror son los que aguantan mejor el tipo aun siendo mediocres, quizás por eso, en general, sean los géneros donde el promedio del buen hacer sea más bajo, les hace falta menos elaboración para llegar al público. Las películas de terror se merecen un artículo aparte, ya que el placer culpable es más la norma que la excepción. ¿Cuántas películas de miedo nos hacen partirnos de risa de malas que son y cuántas de verdad dan miedo? En mi opinión, casi más de las primeras que de las segundas. Ya hablaremos de ellas algún día. Ahora vamos con esos placeres culpables.

 

Van Helsing: Empezamos fuerte: película ridiculizada por crítica y público, y hasta considerada la peor película del año, yo la veo divertida. Personaje chuleta, con sombrero a lo Indiana Jones y gabardina de héroe misterioso, ¿quién da más? Además del protagonista, no puede faltar la tía buenorra y macarra que lucha igual de bien que se maquilla. Parece como si matar monstruos y vivir al límite, fuera un modo de vida, adrenalina y aventuras sin parar. Eso es lo atractivo de esta película, presentar un mundo donde lo normal es cargarse a algún chupasangres de vez en cuando, en cualquier lugar ruinoso donde nos pille la noche, vivir con naturalidad ser un héroe, un trabajo como ir a la oficina. Mucho mejor, claro, y no hay que madrugar.

En cuanto a Drácula, lo menos conseguido seguramente de la película, es cierto que el actor lo hace fatal, aunque esa cara de panoli con mala leche nos viene a decir que se va a llevar una  paliza de las gordas, que es lo que todos queremos, y en vez de miedo nos da risa. Porque, al fin y al cabo, aquí los malos son para divertirse, malos de pacotilla, la excusa perfecta para vivir aventuras en las que todo termina bien.

 

Tienes un e-mail: En su momento, fue novedosa, al tratar las relaciones que empiezan a través de Internet, terma poco tratado en el cine entonces. Ahí se acababa la novedad, en todo lo demás es tan previsible como la m antes de la b. A pesar de la poca novedad, Tom Hanks y Meg Ryan tienen química, se desenvuelven con soltura, creando unos personajes simpáticos, a los que se desea que todo les salga bien. Destaca Greg Kinnear, con su interpretación de un intelectual snob y a la vez tremendamente vanidoso. Meg Ryan, por cierto, sale más guapa que nunca, y la fotografía, los escenarios, en especial la librería, son muy agradables, a tono con los demás aspectos del film. Si bien peca de ñoña en este caso, Nora Ephron es una directora elegante, le da un tono romántico pero nunca sensiblero, lo que viene bien a la historia, ya de por sí poco creíble. Es, pues, una película predecible para pasar un rato agradable, dejándose llevar por una historia poco inspirada, pero hecha con cariño y bien presentada.

 

Confidencias a medianoche y Pijama para dos: dos películas muy parecidas, con los mismos actores y las mismas premisas. Son productos de consumo rápido, con todos los tópicos posibles, interpretaciones mejorables, y moralina rancia. Sí, no se puede negar, basta con darle al play para verlo. Pero, también se ven otras cosas menos malas –todas malas, eso sí. El diseño de las casas y la ropa de los protagonistas, aun hoy en día, es muy bonito, hay que pensar que el producto estaba dirigido las amas de casa de buena familia. Ese prototipo de ama de casa dedicada a su maridito, siempre mona aunque con ropa casta y decentísima, machista, cuyo sueño inconfesable es cazar a un golferas y convertirlo en su marido perfecto, para envidia de sus amigas, lo encarna a la perfección Doris Day. Es decir, Doris Day hace un papel repelente, y todos queremos que la engañen, porque nos cae mal. Así pues, todas las mentiras y montajes de un Rock Hudson tan sinvergüenza como simpático, son divertidas y deseadas, a pesar de ello, queremos para la sosa protagonista un final feliz, porque en el fondo no es mala. Al final –feliz, claro-, se casan y parece que todo termina bien, pero ¿alguien se cree que él no va a ser un golfo después de casarse con una mujer tan sosa y estirada? Estaría bien ver las segundas partes de estas dos comedias, seguro que el pijama sería para tres.

 

Rosas rojas: cuenta una historia de amor lésbico en Londres. Ambos aspectos son importantes. Que sean chicas las que se atraen, porque tienen mucha química; cuando se miran se crea una conexión en pantalla que parece fácil de conseguir, pero no lo es. Esa química hace que nos interesemos por ellas, que no queramos perdernos cuando, por fin, estén juntas. Es la parte positiva; la negativa es que, si no fuese porque son dos chicas la película no tendría nada de especial, salvo la fotografía, y ahí es donde entra Londres. Desde un punta de vista cinematográfico, la fotografía puede ser considerado el mayor logro de esta producción: consigue un clima cálido con tratamiento sutil y trabajado de la luz, tanto en exteriores como en interiores, perfecto para que nazca y se desarrolle la atracción entre las dos protagonistas, ¡y lo hace en Londres! Puede parecer poca cosa, pero la luz de Londres más bien suele prestarse para películas basadas en novelas de Charles Dickens.

 

Oficial y caballero: o de cómo un chico duro y rebelde, se redime a través del amor y el ejército, un machote que, sin perder su virilidad, puede ser romántico y hasta tierno. Para conseguir crear tan gran personaje, Richard Gere pone cara futbolista a punto de lanzar un penalty durante todo el metraje. Lo cierto es que no hacía falta más, pero se hubiese agradecido algún matiz, que para eso se mete uno a actor. Lo bueno, es que Debra Winger aporta credibilidad a su personaje, y sobre todo, el sargento, lo mejor de la película, gracias a la interpretación de Louis Gosset, que se llevó un Oscar. A todos nos cae fatal al principio, cuando les mete miedo a los reclutas, pero termina siendo entrañable, mérito sobre todo del actor, que se ganó a pulso la estatuilla. El desarrollo de la historia es poco original, abusa de la sensiblería y el melodrama, pero, cuando él entra a por ella en la fábrica, alguna lagrimilla inconfesable –y culpable, claro- ha derramado más de uno, y sobre todo a más de una.

 

Superman Returns: quedando unos meses para que se estrene la nueva película de Superman, se comenta que a ver si es mejor que la anterior, que la de Bryan Synger era aburrida, lenta y tal. Puede que sea lenta al principio, si bien, precisamente y gracias a un ritmo pausado, nos muestra en detalle a un Superman que vuelve a casa y cómo es esa vuelta. Descubre que  en la Tierra intentan no echarle de menos -aunque le añoran, por supuesto-, y en cierto modo eso le da paz interior, tomándose su tiempo, disfrutando poco a poco de ese periodo de paz, incluso de dejadez, en el que no siente ansiedad al oír los deseos de ayuda y gritos de socorro del mundo entero. Es ahí donde el director, para mostrarnos a ese Superman más introspectivo, ralentiza la historia, si bien puede resultar aburrido si no se conecta con la situación.
 
Quizás ese retorno por etapas que nos cuenta la primera mitad de la película, lo entendamos mejor los que hemos emigrado, y volvemos a nuestra tierra, bien de vacaciones, bien para quedarnos, y descubrimos cómo es reintegrarse, disfrutando de cada paso, en un lugar donde te quieren y donde tú quieres estar. Después, inevitablemente, volverá la rutina y los problemas que siempre van surgiendo en el día a día, pero hasta que llegan, uno se siente en paz, sin prisa porque llegue mañana. Eso lo transmite de manera acertada el director. Si bien la segunda parte se deja llevar por una acción convencional, los últimos minutos volvemos a sentir que Superman está en casa, que no siempre estará salvando el mundo… hasta él necesita descansar, y que mejor lugar, que en casa.

 

Agárralo como puedas y ¡Vaya un fugitivo!: Incluyo las secuelas de la primera. Leslie Nielsen, con su eterna cara de no sé qué esta pasando aquí pero yo voy a lo mío, es el pilar sobre el que construyen estas películas, tan divertidas a veces como zafias y facilonas otras. A diferencia de Aterriza como puedas, que toda la película era un gran chiste, en estas se suceden los gags, inspirados y hasta geniales a veces, bastante malos una mayoría, y sin demasiada coherencia entre ellos. Se ría uno más o menos, es agradable estar en situaciones donde nada sale bien, pero te importa bien poco, ya que no puedes hacer nada por solucionarlo y total, lo peor que puede pasar es que te rías de la siguiente chorrada que haga alguien. En estas historias, nadie sufre por la crisis, ni por nada importante, salvo porque el teniente Frank Drebin pueda atropellarte incluso en tu cuarto de baño, o porque tengas que comerte varios quilos de papel de una sentada… mejor con Ketchup, desde luego.

 

El guardaespaldas: enorme éxito de taquilla, la banda sonora batió records, y algunas escenas se han hecho famosas. Productores felices, clientes satisfechos y la crítica horrorizada. El gancho era un guardaespaldas lacónico, de vuelta de todo y uno de los mejores en su trabajo, haciendo, siempre en el último momento, una proeza que salvaba a alguien. Ella, Whitney Houston interpretándose casi a sí misma, se va rindiendo ante tal hombre sin par. Entre dramones y momentos inverosímiles, no hay demasiado que defender, tal vez que la cantante actúa con soltura, y que la banda sonora no está mal. Pero está rodada con astucia, y si uno se deja llevar, puede ser entretenida y hasta emocionante. Lo de dejarse llevar, quiere decir que hay que creerse una buena cantidad de chorraditas y de comportamientos de lo más rebuscado. Pero, ay, es la magia del cine que no tiene, por ejemplo, la gastronomía. Comerse una comida mal preparada es más difícil que disfrutar de un producto de mala calidad en la pantalla. El cine se presta especialmente al placer culpable, como la música.

 

Pretty woman: un éxito de taquilla aún mayor que la anterior, con las mismas consecuencias -productores y público encantados, no así la crítica- que con la película anterior. Si la de Kevin Costner era poco creíble, esta es lo tan poco como un cuento de hadas. De hecho es, básicamente, un cuento de hadas, en el que nos cuenta que una mujer ha de ser sobre todo bonita y encantadora para cazar un hombre guapo y con dinero… todo un alegato feminista. Lo peor: Aparte de un guión creado pensando en la taquilla, recurriendo a lo más manido de las comedias románticas, las interpretaciones son mediocres, salvo la de Julia Roberts que destaca algo más. Más que buena en sí, su interpretación es perfecta para el personaje, siendo recordada la actriz, sobre todo, por esta película, a pesar de tener una carrera destacable. Teniendo aspectos mejorables, no impiden que la historia tenga encanto, por lo buena pareja que hacen los protagonistas, y por  unos momentos que se han convertido en pequeños clásicos, como el de la primera visita que hace  a una  tienda de lujo nuestra sufrida protagonista. Humillada la primera vez, vuelve una segunda para vengarse. Por contra, tiene escenas como cuando dice Richard Gere que la ópera, o te gusta desde la primera vez o la odiarás siempre, un tanto ridículas, para mostrarnos lo pretty woman que es la meretriz injustamente tratada por la vida.

 

Hasta aquí este pequeño repaso por mis placeres culpables. Me gusta saber disfrutar del mejor cine, admirar una gran película, intentando descubrir cómo lo ha hecho el director para que le salga así de bien. Pero las películas más convencionales, incluso las malas, pueden emocionar y entretenernos si les damos la oportunidad, sobre todo cuando el director conoce sus limitaciones. Cuando intenta ir más allá, pecando de pretencioso o mareando a los telespectadores con movimientos de cámara que supuestamente nos hacen meternos más en la acción, el resultado suele ser, o comprar otra entrada o cambiar de canal.

 

Un saludo.

miércoles, 9 de enero de 2013

Noche de Lobos

Como primera intervención, me gustaría rendir un pequeño y modesto homenaje a aquellas introducciones que algunos espacios nos regalaban antes de comenzar una película. Me refiero a Noche de lobos de Antena 3, espacio del que yo disfruté intensamente.

Al recordar esto me he dado cuenta de que ya no se hacen este tipo de introducciones que daban a los cinéfilos la posibilidad de conocer algo más de la película que se iba a proyectar y eso... le resta un encanto que para mí ninguna cadena de televisión de hoy en día posee.
Dudo mucho que la situación sea que como estamos, como se suele decir, muy cerca del cuadro, no somos capaces de apreciarlo en su totalidad, pero me temo que la realidad televisiva de nuestros días no posee la calidad que las emisiones a las que hago referencia, gozaban. Y dudo mucho que la distancia que proporciona el tiempo, me haga cambiar de opinión respecto a lo que pienso de la telebasura de hoy. Tal vez, las películas de aquel espacio no fueran todas de gran calidad. Joan Lluís Goas, en más de una ocasión, las calificó de rarezas, pero en su caso, su intervención antes de la emisión, era una de las cosas que más me gustaban. ¿Por qué? Para mí la respuesta es simple: porque creaba el ambiente necesario para la proyección de esa noche. Te metía en lo que ibas a ver, te preparaba...
Película de terror, buena presentación, oscuridad y soledad en el salón de tu casa, sabiendo que tienes que madrugar para ir al instituto al lunes siguiente pero no te importa, la situación lo merece, y adolescencia; cóctel brutal.
Para poder escribir estas modestas líneas, decidí buscar la cabecera de dicho programa en youtube y antes de comenzar tuve una sensación: ¿y si el recuerdo tan alucinante que poseo de aquel programa, de aquella cabecera no es mas que un encumbramiento que mi memoria ha ido fermentando y mejorando, como el vino, a través de los años?
Pero no ha sido así. Mi memoria no me ha jugado una mala pasada y rememorarla de nuevo, me ha transportado a un domingo cualquiera de principios de los noventa, con la luz apagada, mi familia acostada y yo maldiciendo una y otra vez que me tenía que levantar temprano para ir al instituto.
Seguramente os preguntaréis por qué no usaba el VHS para poder verlas otro día... no era lo mismo, al menos para mí no. Además, tampoco tenía muchas cintas y estaban ya muy machacadas de tanto usarlas una vez y otra.

El programa Noche de Lobos tuvo tres épocas, pero yo me quedo con la primera que va de 1990 a 1993. Recuerdo haber visto Pesadilla en Elm Street, Re-animator, Scanners, Basket case, En compañía de lobos, Las colinas tienen ojos, Halloween IV (en mi memoria hay algunos borrones de la presentación de aquella noche), Hellraiser II, Phantasma, Demons, El presidio, Combustión expontánea y un largo etecétera.
Así que espero haber traído a la mente de todo aquel que disfrutara con Noche de lobos un recuerdo dormido muy especial y, utilizando la frase que Joan Lluís Goas usaba como saludo al comienzo del programa, me despido por hoy:

"Buena luna... criaturas de la noche"
 
 



lunes, 7 de enero de 2013

Presentación (2)

  Hace ya -yo que sé- muchos años, estaba -a saber qué noche de los 80- viendo alguna película de la entonces llamada Segunda Cadena. Era, seguro, de madrugada, y todavía más seguro, tenía clase al día siguiente. De todas formas, era odioso madrugar, así que me quedaba noche tras noche viendo los ciclos que mis amigos tenían entonces en Filmoteca TV. Amigos como Cary Grant, Woody Allen o John Ford, con los que me quedaba a solas pasándonoslo en grande, siendo los únicos que quedábamos levantados a esas horas. ¿Quién no siente, en el fondo, que las películas están rodadas y los actores actúan sólo para uno mismo? También para los demás, pero da igual, mientras estamos delante de la pantalla es nuestra película y sólo nuestra. De eso va este blog.
  Es un blog de cine, sí, pero también de cualquier otro tema, de lo que nos gusta a los autores, que pondremos ganas e ilusión, para convertirnos, en la medida de lo posible, en amigos como los de arriba. Será la misma amistad de las películas: mientras que nos leáis seremos amigos, y cuando os vayáis de visita a otra página, quizás sea de otros amigos, que en ese momento serán vuestros y sólo vuestros. No pretendemos más, pero es que ya es mucho. Ya sea detrás de una pantalla de cine, de televisión, de ebook, de tableta o de ordenador, la ilusión es la misma. Actores, presentadores, escritores o blogueros... lo mismo da. Todos queremos tener amigos -fugaces, es cierto- que nos hacen dar lo mejor de cada uno y ofrecerlo, no porque sí; nada es porque sí: Lo hacemos porque queremos amigos como vosotros. Este blog, ahora mismo, está escrito para ti y sólo para ti, es en quien pensamos mientras lo hacemos. Bienvenido, seas quien seas, amigo.
Un saludo.
  

Presentación

Mis primeros recuerdos de una sala de cine se remontan al año 1978, cuando en uno de mi barrio estrenaron Superman.
La cola era inmensa y mi padre y yo tuvimos que esperar un buen rato para entrar.
Lo primero que recuerdo al traspasar aquella puerta de color azul oscuro fue la impresión que me causó ver tanta gente sentada en las butacas azules... la tremenda pantalla...las paredes enmoquetadas.
No había butacas numeradas como hoy y cada uno se sentaba donde podía.
Cuando las luces se apagaron, el corazón casi se me escapa por la boca en una mezcla de miedo, ilusión y ansia por ver qué saldría de aquella pantalla. Recuerdo las letras que volaban al rítmo de una banda sonora que me encantó.
Mi siguiente recuerdo de una gran pantalla se centra en las sillas de metal de un cine de verano de un año indeterminado en mi memoria. En aquella ocasión, proyectaban El Cid. Recuerdo que la proyección se cortó una y otra vez y ante tal situación unida a la ampulosidad del metraje, mi padre me cogió de la mano y nos fuimos a casa.
A dicho cine de verano acudimos una vez y otra y recuerdo películas tan dispares como Tiburón, Tintorera, Tarzán y su hijo, Tentáculos, La bestia bajo el asfalto y un largo etcétera en el que primaban las series B de finales de los 70 y principios de los 80.
Recuerdo la cartelería tan impactante, dibujada en su gran mayoría.
 Así que puede que este sea el origen de mi afición por el género de terror, ciencia ficción y fantástico.
 Nuestra finalidad es ofrecer comentarios sobre diferentes films, ya sean actuales o no y siempre desde el máximo respeto que sentimos hacia un arte maravilloso y especial como este, porque, aunque las salas de mi ciudad ya no sean tan enormes, aunque las películas ya no sean mas que refritos una y otra vez o interminables sagas que con la primera de ellas hubiera bastado, aunque ya no cueste cinco duros entrar al mismo cine de verano en el que vi Tiburón... pues a pesar de todo eso, los que amamos el cine, los que lo amamos de verdad, aún sentimos en el interior de nuestra alma esa ilusión cada vez que traspasamos las cortinas de la puerta que da acceso a la sala, ilusión que nos hace meternos de lleno en la película, dejar nuestra realidad fuera y penetrar en mundos desconocidos, en otras "realidades".
Porque da igual si la película es mala o buena si cumple con el fin para el que está creada: entretener.

Y como no sólo de cine vive el hombre, iremos incluyendo además, toda suerte de elementos que hagan de este blog un lugar agradable al que acudir.
Así que sed bienvenidos a nuestro pequeño rincón.

 Silencio... se apaga la luz... va a empezar la película... Shhh...