La música... compañera inseparable de imágenes en las que unas personas prestan su rostro para crear vidas ficticias que nos lleven lejos de la realidad de nuestro día a día, hacia lugares lejanos en el espacio o el tiempo, lejos de preocupaciones, de crisis eternas, de nuestros errores, de nuestros problemas...
La música... una caricia al alma o una bofetada a la misma según se requiera en la acción.
Hay compositores que están tocados por un halo divino, que logran sumergirte en los mundos recreados en las imágenes... Imagina esa escena del Titánic de Cameron en la que ella salta del bote salvavidas de nuevo a la muerte que supone quedarse en el transatlántico, sin que la mano de James Horner arropara la escena... os aseguro que muchas lágrimas de las que en su día vi en la sala no se habrían derramado...
Pero hoy no voy a referirme a ese tipo de cortes... hablaré de hasta la que hoy por hoy, a mis cortas luces, es la única partitura que recoge lo que podría ser el momento de la expiración, de la muerte... con una maestría que te hace estremecer, que te llega a lo más profundo... dura... tremenda... insuperable.
Sólo la mente...no...la mente no... porque ese corte sale del alma, como casi toda su obra, del alma y para el alma...
Un jadeo pausado que se va apagando...lento...cada vez más lento...con el que la vida del personaje se escapa a través de un único instrumento de viento, un instrumento que forma parte de una venganza... una venganza de tiempos pausados, lenta, de miradas largas, duras, impasibles, impenetrables y decididas a continuar adelante, siempre adelante, hacia el fin de un tiempo que jadea sus últimas horas, como el vencido, como esa época que muere a golpe de martillo, de clavos de ferrocarril llevando el progreso a tierras baldías... hacia el fin de sí mismos, porque saben que están acabados, que su tiempo ha pasado, que son escoria de un pasado violento y sin ley pero que se resisten a abandonar porque no saben hacer otra cosa. El progreso está ahí, a la vuelta de la esquina, ya no queda sitio para ellos, ya no hay más tierra que cabalgar, porque ya sólo queda el mar...
"¿cuál de ellos Frank?... tú y yo tenemos más de uno"
La tragedia se va creando a lo largo del metraje, con un malo que siempre fue bueno, menos en esta película, donde resulta ser la mejor interpretación de todas, magistral...
Frank es el pasado y con él desaparece una parte de su época... una época violenta, de pólvora, dólares y muerte...
"...te arriesgas a no saberlo"
Ojos abiertos de incredulidad ante el instante final y un gesto del oponente con el que todo queda claro... es un fantasma del pasado que viene a saldar una cuenta pendiente... un fantasma con una armónica
"quizá mis armas le parezcan a usted muy simples, pero hacen agujeros lo bastante grandes para resolver los pequeños problemas"
El jadeo de la armónica va decreciendo, envuelto en polvo y sangre y pólvora y venganza...
"¿qué hacemos con este, Frank?
Ya que has pronunciado mi nombre..."
Una partitura única, para escuchar mientras los rayos del sol de un atardecer otoñal bañan tu rostro que evoca el oeste más lejano posible, el del celuloide...
Y esperan... y aguardan... quietos...un movimiento...un gesto...de pie... no pestañean, las miradas de los héroes, duros, sin miedo, no pestañean... eso es de débiles... aguardan...esperan... silencio...viento...polvo...pólvora...sangre...hasta que llegó su hora...
"tus amigos tienen una elevada tasa de mortalidad"