Director: Tonino Valerii
Actores: Henry Fonda, Terence Hill
Género: Spaghetti Western
País: Italia
Año: 1973
Esta es la historia de cómo un hombre se convierte en leyenda, de cómo desaparecer de escena por la puerta grande y en definitiva, de convertirse en inmortal...
El oeste se acaba y con él muere un estilo de vida propio, el del pistolero que sobrevive a base de pólvora, sangre y unos cuantos dólares. Los pueblos se convierten en ciudades y en 1899, de repente y como colofón al oeste americano, con la muerte del siglo XIX, un pistolero atraviesa las puertas de la historia, enfrentándose él solo a un ejército... y lo hace porque a un chalado admirador, se le ha metido en la cabeza.
Sergio Leone produjo esta pequeña joya del Spaghetti Western y su mano la puede observar cualquier seguidor suyo a lo largo del metraje, con largos planos, tomándose su tiempo, frases lapidarias, cortas, como balas ardientes que atraviesan todo a su paso, contundentes...
La pareja protagonista, a priori, puede parecer absurda y nada compenetrada: Henrry Fonda (nada más y nada menos) y Terence Hill. Pues bien... primera sorpresa: se complementan estupendamente, la seriedad de uno y las bien llevadas payasadas del otro se ajustan como un guante, en un entorno polvoriento, sucio y lleno de forajidos estúpidos y caciques de pueblo muy listos para llevar sus fechorías en secreto "blanqueando oro".
La trama es la que sigue:
Un viejo pistolero (Fonda) desea abandonar América y comenzar una nueva vida lejos de la violencia y la muerte, pretendiendo tomar un barco que lo transporte a su retiro del revólver.
Pero se topa con el que es su mayor admirador (Hill) que de niño jugaba a ser él, dice llamarse Ninguno, con lo cual ya tenemos a un "hombre sin nombre", propio... muy propio...
No se sabe muy bien cuáles son las intenciones de Ninguno y la trama se va sucediendo a golpe de un reloj que suena frenético en algunas escenas, un reloj que llega a molestar pero que va marcando que el tiempo se acaba, que se termina el oeste y la oportunidad de salir por la puerta grande del mismo para uno y entrar por la misma puerta para el otro también.
A Ninguno le obsesiona una idea y es que Jack se enfrente nada más que a 150 forajidos a la vez y encima pretende que acabe él solo con todos ellos, para llenarlo de gloria, para perpetuar su leyenda y que su hazaña sea contada una y otra vez con el correr de los tiempos, hasta que su nombre sea un susurro en las noches frías de invierno al calor de una hoguera, bajo las estrellas...
Y lo mejor de todo, es que Ninguno consigue lo que pretende y de forma nada rocambolesca ni imposible, con un Jack ataviado con sus gafas para apuntar con más precisión, se carga a los 150...
No sé lo que pretendieron con esta película, pero, a mi juicio, les salió mejor de lo que en principio se pretendía, porque hay momentos que son alargados en demasía y otros dignos de elogio, resultando en conjunto una película muy recomendable, aunque Ninguno se parezca demasiado a Trinidad, aunque las escenas sean ya harto manidas y aunque no haya las peleas a mamporro limpio que uno espera. La escena en la que Ninguno guantea a un duro pistolero en un bar me recuerda mucho al enfrentamiento que tiene con Gato Salvaje en Le seguían llamando Trinidad de 1971, la escena del sombrero es calcada a la que en su día apareciera en La muerte tenía un precio, los pueblos del mismo color que el desértico paisaje y la banda sonora...
Mención a parte merece esta composición del gran E. Morricone...¡¡¡Qué pedazo de partitura!!! con algunos momentos en los que te hace querer levantarte del asiento y galopar detrás de los malos y otros cargados con un buen rollo tremendo, aunque, en ocasiones nos recuerde demasiado a otros trabajos suyos. Para escuchar y sentirse bien, porque es alegre y juguetona sin ser ridícula, no olvidemos que la película es una comedia disfrazada de western o ¿era un western disfrazado de comedia?
Con los elementos propios de la época Morricone compuso una de las bandas sonoras que recuerdo con más cariño, pues aún suena en mi memoria cuando la vi en un cine de verano, con los 150 galopando hacia Henrry Fonda que está magistral, soberbio, impresionante, imponente... a la altura del lo que su personaje representa.
Para mí, la banda sonora tiene momentos que eleva el film más allá de lo que las imágenes podrían por sí solas, cubriendo las carencias que puede tener con estilo y maestría propias del rey de las BSO de los western (y de todo lo que tocó).
Ninguno consigue su objetivo... saca a Jack del oeste, introduciéndolo en la historia, convirtiéndolo en leyenda y de paso, convirtiéndose él también en leyenda, en el nuevo Jack de los tiempos modernos que se avecinan, en el eslabón que encara el fin del viejo oeste y se presenta ante el nuevo siglo con tanta cara dura como ingenio...ideal para el sigo XX.
No os perdáis la escena en la que Terence Hill se zampa una manzana de una vez...
"Desperdiciamos días, meses y años y de pronto nos damos cuenta de que sólo faltan treinta segundos"
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