domingo, 27 de julio de 2014

Biblioteca de los Jóvenes Castores

¿Cómo poder escribir sobre estos libros? No me es fácil, porque en más de una ocasión he intentado ponerme manos a la obra con este artículo y no he sabido por dónde empezar, no porque me resulte difícil, sino porque Los Jóvenes Castores fueron un pilar de mi infancia tan importante que no quería hacer un artículo para pasar simplemente todos el rato, yo escribiendo y tú leyendo...no... pues el espíritu aventurero, investigador y de mente abierta que esos veinte libros forjaron en este simple escribiente, aún pervive, pese al paso del tiempo...siempre estoy inventando, investigando... Vamos a allá...
Fue un martes, lo recuerdo bien y no me pregunte nadie por qué, pero era martes, o mi mente quiere que sea martes, qué mas da, si se trata de recordar nuestra infancia...¿martes? pues para mí fue martes, para otros, cualquier otro día. Mi madre apareció con un libro que había comprado en el kiosco de una amiga suya, hoy en ese local se ha sustituido aquel templo de saber, de cultura del papel brillante y joyas como los jóvenes castores por un local de comida rápida... todo lo contrario a lo que Los jóvenes castores representan: perseverancia, constancia, paciencia...
Paciencia fue lo que tuvo mi madre para coleccionar hasta el fin los veinte volúmenes que componían la obra, porque costaban una pasta de mediados de los ochenta, no sé si eran 300 ó 350 pesetas.
Cada martes, sigamos suponiendo que fuera siempre martes cuando lo compraba, esperaba ansioso un nuevo volumen, no ya por las cosas que podía leer en él, que también, sino por el regalo adicional que traían: cuadernos de campo, una lupa exclusiva, un yoyó, una brújula y al final de todo, un reloj...¡Toma ya! un reloj digital...que hoy los ves tirados por el suelo y como vayas con prisa ni te agachas para ver si funciona, y es que eran otros tiempos, una era en las que las cosas aún conservaban su valor, un tiempo en el que todavía el consumismo no había mordido nuestro subconsciente, un reloj digital...que pasada...
Los temas eran muy variados, explicados por los personajes Disney, con una simpleza de lenguaje y un humor fresco que hacía la lectura divertida y cuando en clase te tirabas el rollo explicando o enseñando cualquier invento quedabas como el cuatro ojos capullo de la clase entre los gamberretes del curso o como un genio delante del resto de cuatro ojos como tú...
Recuerdo su tacto como si fuera ayer cuando los abría, el aroma de sus páginas, ese tacto rugoso, ese olor a libro importante, sus pastas duras... que recuerdos tan nítidos... y es que es verdad que ayer los estuve ojeando para poder hacer este artículo, ya que los conservo intactos, durmiendo el sueño de los héroes, esperando que la rueda vuelva a girar y de nuevo a algún niño le interese su contenido...Viendo lo que estamos viendo hoy en día, me da la impresión de que se convertirán en polvo...una pena.
Aquellos días lejanos en que leías después de salir del cole tu manual de los Jóvenes Castores, con el Bolliacao al lado y los dibujos animados en la tele...¿qué ha pasado? Los dibujos de hoy ya no son como los de David el gnomo o Dartacán o Ulises 31...
Tal vez nos estamos haciendo mayores, tal vez por eso escribo sobre ello y por eso lees sobre ello, porque cuando uno es mayor añora su infancia y las cosas que lo acercan a ella, magnificándolas, elevándolas al cielo de la nostalgia donde te encuentras seguro, donde todo está al alcance de tu imaginación, donde el tiempo no existe y donde siempre es fin de semana y la cabecera de Sesión de Tarde te prepara para ver una del oeste...
Relaciono los Jóvenes Castores con olor a chocolate, con días soleados y ambiente agradable, con cielos azules, con ilusión por esperar aquella brújula, un engendro que algún mago alquimista debió fabricar, y que cuando la vi me decepcionó..."¿Esto es una brújula? ¿Y esto como funciona? ¿Para qué sirve esto?...Vaya m...
La brújula estuvo dando tumbos por mi casa hasta que un día ya no la vi más. No conservo ni un solo regalo de los que acompañaban aquellos maravillosos libros, no conservo tampoco la estantería de plástico rojo donde venían dispuestos, y es que fue una colección completa hasta el final, con su propio mueble. Sólo tengo los libros... la estantería se partió un día, supongo que del peso de los mismos, mi padre intentó pegar el plástico uniéndolo derritiéndolo y aguantó unos años más, pero su destino fue otra vez el mismo y la tiraron.
Hoy tienen un lugar de privilegio en mi biblioteca, mi lugar de retiro lejos del mundanal ruido, donde doy rienda suelta a mis inventos, mis lecturas de mundos imposibles, de épocas lejanas y cuando los veo me susurran..."Nunca dejes de aprender... nosotros te enseñamos...eres uno de los últimos jóvenes castores...sigue adelante muchacho, estamos orgullosos de ti".
El mundo ha cambiado. Supongo que eso lo dirán en todas las épocas porque los que lo cambiamos somos los que vivimos en ellas. Ya no interesa saber, ahora lo que mola es a ver quien dice el taco más gordo en televisión o quien lía la bronca más gorda, o ver, ya puestos, quién la tiene más grande...la bocaza, me refiero. Las voces mandan, lo soez triunfa y campa a sus anchas en la caja tonta, más tonta que nunca ahora, el ligón inculto que luce su incultura a golpe de aplauso entre las gomosas que lo vitorean. No tengo nada en contra de los cambios, de hecho me encanta ver cosas nuevas, pero la involución cultural que estamos viviendo es pasmosa.
Pobres Jóvenes castores y su ciencia, que han quedado arrinconados en artículos como este, escritos por nostálgicos y para nostálgicos...

                                                                                                 Muchas gracias

"Dedicamos este volumen de los Jóvenes Castores a todos aquellos que..."
...a todos aquellos que aún son niños aprendiendo cosas nuevas en un libro...

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