lunes, 15 de julio de 2013



 PLATOON. Hollywood se hace mayor en Vietnam.

Regodeaos jóvenes en vuestra juventud



Cuando un joven Oliver Stone llegó a Vietnam, allá por los años 60, pocos podían imaginar que aquella experiencia terminaría siendo plasmada en uno de los filmes más exitosos de la década de los 80. Cuando el joven neoyorkino volvió del sudeste asiático, y tras ver Los boinas verdes (The Green Berets, John Wayne, Ray Kellogg, 1968), uno de los pocos filmes que Hollywood rodó sobre el conflicto durante este se desarrollaba en el mundo real, decidió que ya era hora de plasmar la realidad de aquella guerra, y alejarla del heroísmo y tono patriótico que aquellas películas transmitían. Que la guerra de Vietnam fue un tema recurrente para Hollywood lo pusieron de manifiesto, por un lado, El cazador ( The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) y Apocalypse Now (íd, Francis Ford Coppola, 1979). Ambas obras gozaron de un impacto sin igual en su momento, llegando la primera a ser galardonada con 5 Oscar, incluyendo mejor película y director. El retrato que de la guerra se hacía en estas dos obras capitales del cine de los 70 distaba mucho de los temas patrióticos de filmes como Patton (id, Franklin J. Schaffner, 1970). La guerra del Vietnam había supuesto uno de los grandes dramas para la sociedad norteamericana. Recién salida de los dorados años 50, los EE.UU. se embarcaron en una aventura sin retorno. En pleno repunte de la Guerra Fría, el ejército norteamericano se involucró en Vietnam como muestra de su supremacía militar, y política, ante el mundo comunista, ese fantasma que no dejó de recorrer como un escalofrío la nuca de los estadounidenses desde el fin de la II Guerra Mundial. Combatir en Vietnam suponía ponerse al frente de una guerra que no tendría final, donde las iniciales ideas de fácil victoria pronto se fueron tornando en pesimismo. El combatir ante un enemigo invisible, bien preparado para la lucha en la selva como era el Vietcong, fue demasiado para unos soldados acostumbrados a obtener victorias fáciles y sin apenas sufrir grandes bajas. Vietnam supuso el primer fracaso para los EE.UU en una guerra en la historia, y miles de soldados regresaron a sus casas, bien mutilados o bien psicológicamente destrozados ante los horrores que habían tenido que soportar en una guerra que terminaron por considerar una cuestión de honor.

Hollywood no dudó en explotar el filón en filmes como los anteriormente mencionados, pero en la década de los 80, el tema parecía había dado de si lo suficiente, y nadie quería estirarlo más. Rambo (Rambo, First Blood part II, George P. Cosmatos, 1985) y su descomunal éxito de taquilla había heroizado de nuevo la guerra en el sudeste asiático, y Stone vino para poner las cosas en su sitio. Realizó un libreto denominado Break, el cual le envió a Jim Morrison, el cantante de The Doors con la idea de que lo protagonizara. En 1976 se lo envió a Columbia bajo el título de The Platoon, pero la compañía no quiso producirlo ante la cercana finalización del conflicto. Pero el éxito de El cazadorApocalypse Now no cambiaron el panorama, porque se pensó que el público se saturaría ante tanta historia similar, y el libreto de Stone quedó en el olvido. Pero no desistió, y en febrero de 1986 ya estaba rodando en la isla de Luzón, un año después de Rambo. Con ello Stone lograba su objetivo, que no era otro que denunciar la edulcoración de la guerra tal y como el Hollywood de los 80 lo estaba haciendo, pues no olvidemos que es la época de Ronald Reagan, el recrudecimiento de la Guerra Fría (dando sus últimos coletazos) y el enaltecimiento del ejército norteamericano por encima de todo (ese mismo año se estrenó Top Gun, a la mayor gloria de la aviación estadounidense). Por eso la obra de Stone tiene más valor si cabe aún, porque fue una isla rodeada de tiburones, porque supo denunciar donde otros alababan, porque ponía la guerra donde se merece, sin florituras ni nubes de color.


Todo el reparto se sometió a un entrenamiento militar, porque Stone quería que estuvieran tan cansados como en la guerra real, dirigidos por Dale Dye, ex marine que actuó también en el filme. Tenían que hacer rondas, cavar zanjas, correr, todo como en la realidad. Tan real quería ser, que Stone recreó una batalla real en la que él participó, la Batalla de Año Nuevo del 1 de enero de 1968, cuando ambos lados alcanzaron un acuerdo que fue roto por el Vietcong en la provincia de Tay Ninh.
Para el reparto de Platoon, Oliver Stone escogió un grupo de jóvenes desconocidos en su mayoría, liderados por Charlie Sheen, Willem Dafoe, Johnny Depp y Tom Berenger. La trama sigue los pasos de Chris Taylor (Sheen) que llega a Vietnam en 1967 como voluntario. De familia acomodada ante la sorpresa del resto del pelotón, Taylor ha ido allí buscándose a si mismo. Mientras que el resto es gente sin nada que perder, él si. Ello le granjea la enemistad de algunos miembros, entre ellos el sargento Barnes (Tom Berenger) y la amistad del sargento Elías (Willem Dafoe). El núcleo dramático se desencadena cuando, durante el reconocimiento de una aldea en busca de soldados del Vietcong, Barnes asesina a sangre fría a una civil vietnamita. Elías se lo reprocha, hasta el punto de amenazarlo con denunciarlo a su vuelta a la base. Barnes, para quien la vida no vale nada (herido en 7 ocasiones, multitud de cicatrices recorren su cuerpo), no va a dudar en intentar tapar la boca de su compañero. Y así llega la escena cumbre de la película. Elías, traicionado por Barnes, queda a merced del ejército del Vietcong tras haber sido previamente acribillado por Barnes. Intentando ser rescatado, Elías cae con los brazos en alto, pidiendo cuentas al cielo, mientras las balas vuelan a su alrededor. Con el Adagio para cuerda de Samuel Barber de fondo, la escena es sobrecogedora, de una brutalidad pocas veces visto antes en el cine. Y eso que las bolsas de sangre que deberían haber explotado durante el rodaje no lo hicieron, pero Stone quedó tan contento con la secuencia que decidió no repetirla.
La muerte del sargento Elías impacta sobremanera en el espectador, porque siguiendo los cánones del Hollywood clásico, el protagonista bueno nunca muere. Pero aquí no solo lo hace, sino que no hay nada de heroico en su muerte. No salva a nadie, no entrega su vida por compañeros, muere solo, en medio de un descampado, traicionado por los suyos en un país alejado de la mano de Dios. La desgarradora imagen fue inspirada por una fotografía realizada en 1968, y supuso una de las imágenes más impactantes de la historia del cine.
  


Pero la muerte de Elías no quedará en vano, y al final del filme, después del ataque sobre el campamento militar, Taylor no duda en matar con una AK-47 a su sargento, en un cara a cara demoledor. Barnes ha sobrevivido al ataque del Vietcong, pero no lo hace ante el chico que ahora encuentra su destino, y sabe que en la guerra, la justicia puede tomarse a través de varios caminos. El filme termina con Taylor siendo evacuado en helicóptero mientras observa los efectos devastadores de la guerra desde el cielo.

Platoon, rodada en plena era Reagan, tuvo el valor de poner en las pantallas de todo el mundo lo que casi todos sabían pero nadie se había atrevido a decir con tanta crudeza: que en Vietnam los EE.UU. cometieron crímenes contra la humanidad. Los asesinatos de civiles, la muerte de soldados por denunciar las injusticias, ninguna excusa sirve para remedarlo. "Las disculpas son como el culo, todo el mundo tiene uno" se llega a decir en el filme, como muestra de que en la guerra no todo vale, hay que tener unos limites, en especial con la población civil. Los soldados en Platoon, más que luchar contra el enemigo, terminan luchando contra ellos mismos. Cuando las reglas se disipan, el ser humano saca al animal que lleva dentro y le induce a cometer barbaridades, amparándose en el anonimato de la guerra. Platoon expone esto de forma magistral en la lucha entre los sargentos Barnes y Elías. El primero sabedor de que en la guerra todo vale para sacar información al enemigo y salvar la vida de sus propios hombres; el segundo, conocedor de los derechos humanos y de que las reglas de la civilización deben prevalecer por encima de la barbarie. Dos hombres en el mismo infierno, dos maneras de concebirlo.

Platoon mostraba una guerra real, sin enaltecer a nadie. Estadounidenses y vietnamitas al mismo nivel, con los primeros cometiendo injusticias contra los segundos. En 1986 aquello impactó al espectador del momento, pues pocos filmes como ese se habían filmado. Bien es cierto que vista en el siglo XXI, la crudeza de filmes como La lista de Schindler (Schindler´s List, Steven Spielberg, 1993) elevaron el listón del sufrimiento en el espectador hasta más allá de lo expuesto en el filme de Stone, pero Platoon siempre quedará en la historia del cine como lo que es: el mayor alegato contra la guerra de Vietnam jamás filmado.

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