martes, 16 de julio de 2013

Desechos



Dirección: David Marqués

Actores: Fernado Tejero, Adriá Collado y Eric Francés
Género: Comedia
Duración: 92 minutos

País: España
Año:2010
Esta es la historia de dos amigos que comparten piso y que un buen día, por las tonterías de uno y la estupidez del otro, se quedan sin ingresos y deciden alquilar una habitación. El piso que habitan sólo dispone de dos habitaciones y en el comedor no se va a poner ninguna cama porque... ¿dóde vemos entonces la tele?
Total, que deciden alquilar como habitación nada más y nada menos que... un armario empotrado. Tras la visita de varios interesados, lo bueno es que al final hay uno que acepta y hasta le parece bien. Este personaje, interpretado por Tejero, es un colgao con más cara que espada que les propone un atraco...
Así de simple es el argumento de esta película.
Cuando la vi, en agosto de 2012, notemos que el film es de 2010, el último fin de semana que estuvo en cartel y no recuerdo si acaso fueron sólo dos, me sentí un privilegiado, a mi manera, pero un privilegiado, porque pocas veces va uno al cine y se topa con una película como esta, que te encanta, no sabes por qué y encima sabes que es de esas que con el tiempo podrás ser de los pocos que digan..."yo la vi en el cine", aunque nadie sepa ni de qué va. Cabe decir que en la sála sólo estábamos tres personas: un tío que se partía de risa como yo y un tercero que creo que se había dormido.
El ambiente del film es cutre, imagino que a conciencia, y es todo diálogos y monólogos a cual más loco y paranoico. Repleta de guiños cinéfilos , tiene la pinta de ser un corto rodado por una pandilla de amiguetes "cinefagos" que han decidido divertirse un fin de semana rodando lo primero que les pasase por la cabeza. En manos de otro elenco de actores, esto hubiera sido infumable, pero con  estos tres y arropados por unos secundarios que bordan sus escasos minutos de aparición, la cosa cambia.
Eso sí, tienes que tener un tipo de humor muy particular, reírte con las chorradas más gordas, a veces se notan un tanto forzados los diálogos, pero es ver a Fernado Tejero de "colgao, colgao, colgaísimo" y que encima se lo cree, sobreactuado... no podía parar de reír.
Rodada con una cámara digital de andar por casa y en apenas veinte días, Desechos es lo que su propio nombre indica, una película que recoge la vida de tres desgraciados que se rodean de desgraciados...
Y yo me pregunto... ¿acaso no hace falta cierta maestría para rodar casi todo el film en el interior de un piso y que llegues al final de la película sin casi darte cuenta?
Dejo el debate abierto sobre esta película para el que quiera comentar si le gustó o no, yo me apunto en el bando de los que sí.
El DVD viene con un corto titulado Tragos (1999) del mismo director, filmografías trailers y poco más, pero su cartel de estética ochentera le da un aspecto que te atrae.
Desechos completa la trilogóa que conforman Cualquiera (2001) y Aislados (2005).
Nunca creo haber reído tanto con una película que costase tan poco. Para buscadores de comedias diferentes, con chispa y llenas de guiños cinéfagos, en fin...
"...yo sólo me dedico al cine...a mí la televisión, aquí entre nosotros, me parece una puta mierda...para fracasaos..."
(buenísima esta frase... la pronuncia Fernado Tejero con Adriá Collado que vienen de Aquí no hay quien viva, serie de TELEVISIÓN con la que triunfaron en Antena 3...genial)
  

lunes, 15 de julio de 2013



 PLATOON. Hollywood se hace mayor en Vietnam.

Regodeaos jóvenes en vuestra juventud



Cuando un joven Oliver Stone llegó a Vietnam, allá por los años 60, pocos podían imaginar que aquella experiencia terminaría siendo plasmada en uno de los filmes más exitosos de la década de los 80. Cuando el joven neoyorkino volvió del sudeste asiático, y tras ver Los boinas verdes (The Green Berets, John Wayne, Ray Kellogg, 1968), uno de los pocos filmes que Hollywood rodó sobre el conflicto durante este se desarrollaba en el mundo real, decidió que ya era hora de plasmar la realidad de aquella guerra, y alejarla del heroísmo y tono patriótico que aquellas películas transmitían. Que la guerra de Vietnam fue un tema recurrente para Hollywood lo pusieron de manifiesto, por un lado, El cazador ( The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) y Apocalypse Now (íd, Francis Ford Coppola, 1979). Ambas obras gozaron de un impacto sin igual en su momento, llegando la primera a ser galardonada con 5 Oscar, incluyendo mejor película y director. El retrato que de la guerra se hacía en estas dos obras capitales del cine de los 70 distaba mucho de los temas patrióticos de filmes como Patton (id, Franklin J. Schaffner, 1970). La guerra del Vietnam había supuesto uno de los grandes dramas para la sociedad norteamericana. Recién salida de los dorados años 50, los EE.UU. se embarcaron en una aventura sin retorno. En pleno repunte de la Guerra Fría, el ejército norteamericano se involucró en Vietnam como muestra de su supremacía militar, y política, ante el mundo comunista, ese fantasma que no dejó de recorrer como un escalofrío la nuca de los estadounidenses desde el fin de la II Guerra Mundial. Combatir en Vietnam suponía ponerse al frente de una guerra que no tendría final, donde las iniciales ideas de fácil victoria pronto se fueron tornando en pesimismo. El combatir ante un enemigo invisible, bien preparado para la lucha en la selva como era el Vietcong, fue demasiado para unos soldados acostumbrados a obtener victorias fáciles y sin apenas sufrir grandes bajas. Vietnam supuso el primer fracaso para los EE.UU en una guerra en la historia, y miles de soldados regresaron a sus casas, bien mutilados o bien psicológicamente destrozados ante los horrores que habían tenido que soportar en una guerra que terminaron por considerar una cuestión de honor.

Hollywood no dudó en explotar el filón en filmes como los anteriormente mencionados, pero en la década de los 80, el tema parecía había dado de si lo suficiente, y nadie quería estirarlo más. Rambo (Rambo, First Blood part II, George P. Cosmatos, 1985) y su descomunal éxito de taquilla había heroizado de nuevo la guerra en el sudeste asiático, y Stone vino para poner las cosas en su sitio. Realizó un libreto denominado Break, el cual le envió a Jim Morrison, el cantante de The Doors con la idea de que lo protagonizara. En 1976 se lo envió a Columbia bajo el título de The Platoon, pero la compañía no quiso producirlo ante la cercana finalización del conflicto. Pero el éxito de El cazadorApocalypse Now no cambiaron el panorama, porque se pensó que el público se saturaría ante tanta historia similar, y el libreto de Stone quedó en el olvido. Pero no desistió, y en febrero de 1986 ya estaba rodando en la isla de Luzón, un año después de Rambo. Con ello Stone lograba su objetivo, que no era otro que denunciar la edulcoración de la guerra tal y como el Hollywood de los 80 lo estaba haciendo, pues no olvidemos que es la época de Ronald Reagan, el recrudecimiento de la Guerra Fría (dando sus últimos coletazos) y el enaltecimiento del ejército norteamericano por encima de todo (ese mismo año se estrenó Top Gun, a la mayor gloria de la aviación estadounidense). Por eso la obra de Stone tiene más valor si cabe aún, porque fue una isla rodeada de tiburones, porque supo denunciar donde otros alababan, porque ponía la guerra donde se merece, sin florituras ni nubes de color.


Todo el reparto se sometió a un entrenamiento militar, porque Stone quería que estuvieran tan cansados como en la guerra real, dirigidos por Dale Dye, ex marine que actuó también en el filme. Tenían que hacer rondas, cavar zanjas, correr, todo como en la realidad. Tan real quería ser, que Stone recreó una batalla real en la que él participó, la Batalla de Año Nuevo del 1 de enero de 1968, cuando ambos lados alcanzaron un acuerdo que fue roto por el Vietcong en la provincia de Tay Ninh.
Para el reparto de Platoon, Oliver Stone escogió un grupo de jóvenes desconocidos en su mayoría, liderados por Charlie Sheen, Willem Dafoe, Johnny Depp y Tom Berenger. La trama sigue los pasos de Chris Taylor (Sheen) que llega a Vietnam en 1967 como voluntario. De familia acomodada ante la sorpresa del resto del pelotón, Taylor ha ido allí buscándose a si mismo. Mientras que el resto es gente sin nada que perder, él si. Ello le granjea la enemistad de algunos miembros, entre ellos el sargento Barnes (Tom Berenger) y la amistad del sargento Elías (Willem Dafoe). El núcleo dramático se desencadena cuando, durante el reconocimiento de una aldea en busca de soldados del Vietcong, Barnes asesina a sangre fría a una civil vietnamita. Elías se lo reprocha, hasta el punto de amenazarlo con denunciarlo a su vuelta a la base. Barnes, para quien la vida no vale nada (herido en 7 ocasiones, multitud de cicatrices recorren su cuerpo), no va a dudar en intentar tapar la boca de su compañero. Y así llega la escena cumbre de la película. Elías, traicionado por Barnes, queda a merced del ejército del Vietcong tras haber sido previamente acribillado por Barnes. Intentando ser rescatado, Elías cae con los brazos en alto, pidiendo cuentas al cielo, mientras las balas vuelan a su alrededor. Con el Adagio para cuerda de Samuel Barber de fondo, la escena es sobrecogedora, de una brutalidad pocas veces visto antes en el cine. Y eso que las bolsas de sangre que deberían haber explotado durante el rodaje no lo hicieron, pero Stone quedó tan contento con la secuencia que decidió no repetirla.
La muerte del sargento Elías impacta sobremanera en el espectador, porque siguiendo los cánones del Hollywood clásico, el protagonista bueno nunca muere. Pero aquí no solo lo hace, sino que no hay nada de heroico en su muerte. No salva a nadie, no entrega su vida por compañeros, muere solo, en medio de un descampado, traicionado por los suyos en un país alejado de la mano de Dios. La desgarradora imagen fue inspirada por una fotografía realizada en 1968, y supuso una de las imágenes más impactantes de la historia del cine.
  


Pero la muerte de Elías no quedará en vano, y al final del filme, después del ataque sobre el campamento militar, Taylor no duda en matar con una AK-47 a su sargento, en un cara a cara demoledor. Barnes ha sobrevivido al ataque del Vietcong, pero no lo hace ante el chico que ahora encuentra su destino, y sabe que en la guerra, la justicia puede tomarse a través de varios caminos. El filme termina con Taylor siendo evacuado en helicóptero mientras observa los efectos devastadores de la guerra desde el cielo.

Platoon, rodada en plena era Reagan, tuvo el valor de poner en las pantallas de todo el mundo lo que casi todos sabían pero nadie se había atrevido a decir con tanta crudeza: que en Vietnam los EE.UU. cometieron crímenes contra la humanidad. Los asesinatos de civiles, la muerte de soldados por denunciar las injusticias, ninguna excusa sirve para remedarlo. "Las disculpas son como el culo, todo el mundo tiene uno" se llega a decir en el filme, como muestra de que en la guerra no todo vale, hay que tener unos limites, en especial con la población civil. Los soldados en Platoon, más que luchar contra el enemigo, terminan luchando contra ellos mismos. Cuando las reglas se disipan, el ser humano saca al animal que lleva dentro y le induce a cometer barbaridades, amparándose en el anonimato de la guerra. Platoon expone esto de forma magistral en la lucha entre los sargentos Barnes y Elías. El primero sabedor de que en la guerra todo vale para sacar información al enemigo y salvar la vida de sus propios hombres; el segundo, conocedor de los derechos humanos y de que las reglas de la civilización deben prevalecer por encima de la barbarie. Dos hombres en el mismo infierno, dos maneras de concebirlo.

Platoon mostraba una guerra real, sin enaltecer a nadie. Estadounidenses y vietnamitas al mismo nivel, con los primeros cometiendo injusticias contra los segundos. En 1986 aquello impactó al espectador del momento, pues pocos filmes como ese se habían filmado. Bien es cierto que vista en el siglo XXI, la crudeza de filmes como La lista de Schindler (Schindler´s List, Steven Spielberg, 1993) elevaron el listón del sufrimiento en el espectador hasta más allá de lo expuesto en el filme de Stone, pero Platoon siempre quedará en la historia del cine como lo que es: el mayor alegato contra la guerra de Vietnam jamás filmado.

viernes, 12 de julio de 2013

Mi primer dvd: Sexualidad virtual.




Era el año 2000, cuando el dvd aún era una pijada; las novedades más esperadas superaban los 70 euros, ahí es nada. Para estrenar el flamante lector de dvd, rebusqué entre las novedades de segunda, o en este caso, de tercera. No recuerdo el precio, pero fue bastante razonable para la época. Sexualidad virtual (Virtual Sexuality, Nick Hurran, 1999), es de esas películas que crees que sólo te gustan a ti, ¡ni siquiera la conoce nadie más! Le tengo especial cariño, al ser el primer dvd que vi, sabiendo que el nuevo formato iba a ser una joya para los cinéfilos. Podría haber buscado algún clásico, pero ya que era novedad, qué mejor que un film modernillo, para entrar en la nueva era con la actitud adecuada.  

Elegir Sexualidad virtual fue un acierto: está rodada con movimientos de cámara audaces y rápidos, sin resultar mareantes, y usa frecuentemente rótulos que recuerdan a una pantalla de ordenador. Todo cool, muy videoclipero pero sabiendo cómo hacerlo, para no resultar cargante. Hay que decir que, debido al guión tan flojo que perpetraron para el film, el director supo darle ritmo y personalidad, haciendo una historia divertida, para pasar el rato y olvidarla en otro rato. La calidad del dvd es muy buena, formato panorámico, con sonido 5.1, y una buena compresión de imagen; entré con buen pie en el futuro.

El argumento, es este: Justine, quiere dejar de ser virgen, busca al hombre perfecto, que haga que su primera vez sea mágica. Al no encontrarlo, crea, en una feria de realidad virtual y videojuegos, un chico perfecto con un ordenador. Hay una explosión y… ¡se convierte en ese chico! Lo cierto es que todos hemos tenido esos miedos, el sexo impone cuando es la primera vez, y más en la adolescencia, cuando los complejos y las inseguridades ocupan buena parte del día. Para compensarlas, nos sentíamos atraídos por las personas más arrogantes, admirando su seguridad, y por las más guapas de la clase. Con el tiempo, tal como en esta y en tantas comedias adolescentes, aprendemos que la arrogancia aburre cuando se madura, y que la belleza es un bien escaso, enamorándonos de alguien  más normal pero que, en el fondo, sabemos que podemos conseguir. Algunos psicólogos lo llaman realismo resignado, qué nombre más deprimente.

Seguimos con Justine. La tenemos convertida en un mozo de muy buen ver. Los creadores de la máquina quieren secuestrarlo para averiguar el secreto que hizo posible tal maravilla. Justine se queda en casa de Chas, el típico pringado, poco atractivo, aficionado a los videojuegos –en esa época los que jugábamos teníamos fama de raritos. Sus padres, son los que todos queríamos tener en la adolescencia: tolerantes, divertidos y siempre apoyando lo que hiciese su hijo. A los 15 me hubiera muerto de envidia, ahora me parecerían el horror,  es como si fuesen fumados y todo les pareciera bien; es bonito para un adolescente, de todas formas, imaginarse unos padres que apoyan todas sus burradas, y no olvidemos que era el público al que iba destinado. En concreto, a las chicas: salen chicos desnudos y unos cuantos penes –que una vez vistos, son censurados segundos después con una X y un pitido, un momento divertido y algo cínico- y ninguna chica aporta más allá de un erotismo parodiado y exagerado. Quien esperase algo hot, como era mi caso, se quedará con cara de ¿para esto me compro el dvd? Sí, también me pasó, el título es engañoso, aunque viendo el tono cínico y paródico de la película, se toma como parte de la diversión.

Terminemos la historia: secuestran al pobre chaval –hay una enorme sorpresa que no  desvelaré-, y hay final. Sí, hay final… ¿feliz?, ¿triste? ¿yo que sé? Sí puedo decir que los protagonistas dan un pequeño paso más hacia el mundo adulto, y que, la única forma de avanzar, es actuar. Cuando piensas, y piensas, y sigues pensando, algo falla, no quieres dar el paso, te refugias en los laberintos de la indecisión, esperando que alguien o algo te saque, “ya reaccionaré cuando llegue el momento”. Como adolescente tardío que fui, me aprendí por la malas esa lección, que esta película me recuerda, dando un empujón a los personajes para que, de una vez, dejen de desear  y se pongan manos a la obra. Lo hace con gran humor y de manera chusca, es cierto, quien quiera revivir los momentos del paso a la adultez, de una manera exquisita, sensible, recordando lo complicado que fue, y que todo nos parecía posible a la vez que imposible –qué terrible y bonito era- debería ver Susurros del corazón, anime del estudio Ghibli. Para mí, unas de sus mejores películas. ¿Qué haríamos de volver atrás sabiendo lo que sabemos? Si mi yo actual, visitase en el pasado al yo adolescente, sé que se llevaría una gran alegría, llevo la vida que quise, aunque no la que soñé… eso es vivir, ¿no?


3 DÍAS



 
Dirección: F. Javier Gutiérrez

Actores: Víctor Clavijo, María Cordero, Eduard Fernández
 
Género: Apocalíptica
 
Duración: 93 minutos
 
País: España
 
Año:2008
 
 
Película apocalíptica española que cuenta cómo los habitantes de un pueblo perdido llamado la Laguna, reciben la noticia por televisión de que un meteorito hará impacto contra nuestro planeta en 82 horas. La violencia del choque, según la voz que escupe el viejo aparato de televisión del bar, donde nos encontramos con la típica estampa andaluza de una partida de dominó, destruirá toda esperanza de vida en la Tierra...
 
Impresionante película de la productora de Banderas con la que disfruté cada instante por multitud de aspectos, pero antes de empezar, hay que decir que fue la mejor película del Festival de Málaga de 2008.
 
Cuando la fui a verla, lo cierto es que no esperaba gran cosa, pero me resultaba curioso ver cómo se las apañarían para contar una historia en la que la espectacularidad del cine de EEUU arrasaba (y arrasa) todo a su paso.
Sin darme cuenta, con esta actitud, acudía con las defensas bajas y no sería muy difícil que me entretuviera con esta película, en el fondo, no pedía nada más, ni esperaba efectos ni nada.
Cuando salí del cine, en mi mente sólo daba vueltas una idea: me ha gustado más que Armageddon (Michael Bay, 1998).
 
El pueblo de la Laguna, tras recibir la impactante noticia de que en 82 horas el mundo entero se irá al carajo, se va desmoronando. Alex, un joven que vive con su madre y que se encuentra harto de todo, decide aguardar el fin escuchando música y emborrachándose, pero incluso cuando el mundo agoniza, la situación se retorcerá de tal forma que Alex no tendrá más remedio que intervenir.
 
A diferencia de las películas donde el mundo se acaba y lo que te proponen es pirotecnia y explosiones a raudales, dólares y más dólares en definitiva, me gustan las historias en que se presta más atención a los personajes, donde se centran más en la realidad, en cómo reaccionaría una persona normal frente a una catástrofe planetaria de la que no hay salida, donde se presta más atención a los sentimientos y al miedo, al entorno.
Las últimas dos películas que de este tipo me habían gustado son la citada Armagueddon y Deep Impact ( Mimi Leder, 1998). La primera con héroes, fabulosos efectos especiales y mucho humor, la segunda me gustó mucho más.
 
Suele ser común en este tipo de películas, que se use el argumento del fin del mundo entremezclado con otra historia más mundana, todo ello con mayor o menor fortuna.
En 3 días, la mezcla es tan increíble que me olvidé de que había ido al cine a ver una película apocalíptica, tal es la fuerza del film, tan inquietante es su atmófera. Pero que nadie piense que es una película oscura, con luz ténue donde las sombras y su misterio hacen que te sientas acorralado... para nada. Aquí es todo lo contrario... la luz, la claridad del día, los colores cálidos, el ambiente de verano en definitiva, un verano caluroso, con volumen... todo eso es lo que te hace sentir inquieto pero de una forma extraña. Para un andaluz, será fácil reconocer los campos, los colores, la tierra y el cielo que te seducen de tal forma que cuando te quieres dar cuenta, ya estás tan metido en el calor de ese verano y con el personaje que Eduard Fernández interpreta de manera tan brillante que del meteorito te acuerdas a ratos y ni te importa. Sólo al final de la película, cuando el metraje va tocando a su fin, la idea del fin del mundo retoma su posición y... los efectos especiales no desmerecen para nada cualquier película norteamericana.
 
Inmejorables son las escenas del campo, con esa J4 atravesando polvorientos caminos acompañados por interminables postes de luz de madera, los sonidos de las chicharras y es que te llega a transmitir ese calor tan propio de Andalucía... o los momentos en que Alex se encierra en la casa, de noche, mientras el pedófilo aguarda fuera, inquietante...
 
Comparándola con películas españolas más recientes y apocalípticas como Fin ( Jorge Torregrosa, 2012) y Los últimos días (Alex y David Pastor, 2013), en mi humilde opinión, 3 días le da mil vueltas tanto en fotografía, como en atmósfera y demás. Fin comienza muy bien, pero es como subirte a una escalera muy alta y bajarla de golpe a trompicones y a todo trapo, estrellándose al final. Los últimos días está algo mejor, pero tamboco consiguió mantener mi interés más allá de la mitad de la película.
3 días lo consigue en todo su metraje y aunque tiene bajones, no son tan pronunciados o no se notan tanto, pues mantiene el interés hasta el final.
 
Ojalá se hicieran en España más películas así, toda una obra maestra que muchos pueden descubrir en nuestro cine, donde no todo son productos de consumo taquillero fácil con adolescentes renegados, rebeldes o vaya usted a saber... Aún quedan y se fabrican perlas como esta.
 
 
 
"...el meteorito se dirige hacia la Tierra...el impacto final tendrá lugar dentro de ochenta y dos horas...no hay ninguna esperanza de vida tras el impacto..."

jueves, 11 de julio de 2013

Sunshine (2007)

Dirección: Danny Boyle
Actores: Cillian Murphy,  Chris Evans, Michelle Yeoh, Rose Byrne
Género: Ciencia Ficción/Apocalíptica
Duración:107  min
País: Reino Unido
Año: 2007






El Sol se apaga y con su luz desaparecerá todo rastro de vida en la Tierra. Nuestro mundo se encuentra sumido en un invierno permanente del que no puede escapar, es su destino...
Mientras nuestra hermosa estrella consume sus últimos recursos energéticos, la humanidad ha puesto en marcha un plan para intentar reactivarla y así asegurar la supervivencia de la especie, un plan desesperado, pues se trata del segundo intento, ya que el primero fracasó, dando por perdidas la nave, la tripulación y su preciada carga.
Nos encontramos a bordo del Icarus II, cuyas bodegas transportan todo el material radiactivo que quedaba en el planeta. La idea es reactivar el Sol haciendo explotar una bomba del tamaño de una isla en su interior.
Cuando se encuentran a medio camino de completar su misión, la tripulación del Icarus II se topa con un problema: la Icarus I se encuentra justo en su camino...

¿Cómo podría definir esta película que ha sido muy criticada?
 
Imaginemos un gran regalo, es un regalo muy grande, enorme, envuelto en un papel brillante y precioso que nos encandila con sus formas y colores cálidos. El tacto de ese papel es suave, agradable. Nos disponemos a quitar el lazo de fino terciopelo que remata el paquete... eliminamos el papel... abrimos la caja, con entusiasmo y expectación, imaginando que si el papel que lo envolvía era tan maravilloso, lo que hay dentro va a ser espectacular... y nos encontramos en su interior un objeto que no sabemos si nos gusta o nos decepciona...
Eso es Sunshine: un regalo envuelto en un papel fabuloso pero que no llega a satisfacer tanto como prometía el envoltorio.

Se debatió mucho sobre si la película se pasaba por el forro a la ciencia y que era imposible la realización de determinados actos como el hecho de encontrar un material lo suficientemente resistente como para aguantar las temperaturas tan increíbles que se alcanzan en el Sol y en su perímetro, pero yo me pregunto...¿ acaso es más posible ver a un tío que vuela ataviado con una capa y que dice que viene de un lejano planeta que explotó en no sé dónde?
Estamos hablando de fantasía y aunque hay fantasías mejor construidas que otras, siempre será eso: fantasía cuyo único fin es entretener y para nada ser objeto de sesudos debates sobre los fallos o las imposibilidades de realización de tales actos. Llegar al Sol es materialmente imposible y es muy pero que muy poco probable que en el año 2056 se apague, tal y como plantea la película.
Según los expertos, cuando el fin del Sol llegue, si se apagara, lo haría de forma lenta, nada de en cuatro o cinco años que a escala planetaria, es como si le diéramos al interruptor de una bombilla, aunque, casi con total seguridad, lo lógico es que su diámetro crezca hasta alcanzar unas dimensiones tan enormes que engulla todo a su paso, convirtiéndose en gigante roja, con un diámetro que alcanzaría hasta la órbita de Marte, pero para eso faltan millones de años, pues nuestro Sol es una estrella relativamente joven.
 
Así que, visto y recordando que sólo es una película, me centraré en ella, en sus imágenes, que es donde radica su fuerza, porque Sunshine es un espectáculo visual tan enorme que perdérsela en pantalla grande hará que uno se arrepienta, sólo las escenas del principio ya son una verdadera delicia para los sentidos, porque no son sólo las imágenes de gran belleza, sino la banda sonora que John Murphy confeccionó para la ocasión, envolvente, casi te hace sentir el espacio y el calor del Sol y sobre todo, la soledad del infinito cosmos.
 
La película empieza de forma magistral, con un diseño del Icarus II realmente fascinante, una de las naves creadas por el cine que más me ha gustado. La tripulación pasa sus horas en aparente armonía hasta que comienzan los problemas con pérdidas de comunicación con la Tierra, falta de oxígeno y averías y explosiones que empujan a nuestros protagonistas a buscar refugio en la Icarus I...

Hay dos personajes que son el psicólogo y el capitán de la nave cuya pasión por el espacio es más que manifiesta cuando debido a un fallo en los escudos de la nave, el capitán que se encuentra en el exterior de la misma, tras repararlos y sabiendo que no le va a dar tiempo a regresar al interior, a salvo del terrible amanecer que se cierne a lo largo del inmenso casco de la Icarus II, opta por darse la vuelta y encarar al Sol, mientras el psicólogo se desgañita, gritando "¡¡Qué ve!!" en lugar de pedirle que continúe para intentar salvarse y es que ambos saben que la salvación es imposible, pero la visión del Sol a tan corta distancia hace que el capitán decida morir con esa última imágen en su retina...
 
Una de las escenas que me fascinó, no sé si por lo maravilloso de imaginar que estás tan cerca del Sol, porque eso la película lo consigue en sus actos iniciales, hasta este punto que voy a narrar al menos, cuando Mercurio se interpone entre el Sol y la Icarus II, ofreciendo un tránsito espectacular que dota a toda la escena de una paz y tranquilidad, arropada por la banda sonora, increíbles. Magnífica escena, sublime, preciosa. Para los amantes de la astronomía será una autentica gozada, porque hace que sientas que tú estás sentado en la habitación misma de los protagonistas, siendo partícipe de tan espectacular vista.

¿Que no es realista al final cuando sueltan la bomba? Bueno ... vale, pero es tremendamente realista en imágenes como estas, directas casi del Soho, son realistas las salidas al espacio (en el espacio no hay sonido ya que no hay aire con el que pueda propagarse y puedes estar cerca del Sol, que la teperatura es muy baja si no te alcanza su luz, de hecho, en Mercurio, mientras es de día la temperatura ronda los 450ºC y en su zona nocturna, desciende hasta -184ºC. ¿Por qué? Pues porque carece de atmósfera y apenas retiene el calor cuando la fuente no es directa).
 

En esta ocasión he preferido no hacer referencia a si el trabajo de los actores es mejor o peor, si Boyle es la caña o no lo es. Para eso hay cientos y cientos de comentarios en la red que profundizarán mucho mejor que yo en el tema, quedándome con el envoltorio, con sus colores, con su banda sonora y su intención de ofrecer un espectáculo visualmente intachable.
 
 
En su segunda mitad es una amalgama de Alien, el octavo pasajero y Jason X pero interpretado por un Freddy Krueger de saldo.

 Recuerdo que cuando fui a verla, como de costumbre, no lei nada de nada sobre ella más allá del argumento. Sabía que el Soho y sus imágenes tenían mucho que ver y con eso me bastó.
Para mí tiene algo especial y es esa tranquilidad que inspira en su primera mitad.

Si quieres deleitarte con unas visiones del Sol realistas, si te gusta la astronomía, si quieres ver imágenes del espacio tan impactantes que no te importe si es o no es como 2001 (¿qué más da eso? 2001 es 2001 y punto) y en definitiva si quieres pasar un buen rato de forma distinta, recomiendo su visionado, porque se nota el cariño y buen hacer en los apartados astronómicos en lo referente al Sol.
 
 
 
 
"Recordad...la luz del Sol tarda ocho minutos en llegar a la Tierra"