Era el año
2000, cuando el dvd aún era una pijada; las novedades más esperadas superaban
los 70 euros, ahí es nada. Para estrenar el flamante lector de dvd, rebusqué
entre las novedades de segunda, o en este caso, de tercera. No recuerdo el
precio, pero fue bastante razonable para la época. Sexualidad virtual (Virtual
Sexuality, Nick Hurran, 1999), es de esas películas que crees que sólo te
gustan a ti, ¡ni siquiera la conoce nadie más! Le tengo especial cariño, al ser
el primer dvd que vi, sabiendo que el nuevo formato iba a ser una joya para los
cinéfilos. Podría haber buscado algún clásico, pero ya que era novedad, qué
mejor que un film modernillo, para entrar en la nueva era con la actitud
adecuada.
Elegir Sexualidad virtual fue un acierto: está
rodada con movimientos de cámara audaces y rápidos, sin resultar mareantes, y
usa frecuentemente rótulos que recuerdan a una pantalla de ordenador. Todo cool, muy videoclipero pero sabiendo
cómo hacerlo, para no resultar cargante. Hay que decir que, debido al guión tan
flojo que perpetraron para el film, el director supo darle ritmo y
personalidad, haciendo una historia divertida, para pasar el rato y olvidarla
en otro rato. La calidad del dvd es muy buena, formato panorámico, con sonido
5.1, y una buena compresión de imagen; entré con buen pie en el futuro.
El argumento,
es este: Justine, quiere dejar de ser virgen, busca al hombre perfecto, que
haga que su primera vez sea mágica. Al no encontrarlo, crea, en una feria de
realidad virtual y videojuegos, un chico perfecto con un ordenador. Hay una
explosión y… ¡se convierte en ese chico! Lo cierto es que todos hemos tenido
esos miedos, el sexo impone cuando es la primera vez, y más en la adolescencia,
cuando los complejos y las inseguridades ocupan buena parte del día. Para
compensarlas, nos sentíamos atraídos por las personas más arrogantes, admirando
su seguridad, y por las más guapas de la clase. Con el tiempo, tal como en esta
y en tantas comedias adolescentes, aprendemos que la arrogancia aburre cuando
se madura, y que la belleza es un bien escaso, enamorándonos de alguien más normal pero que, en el fondo, sabemos que
podemos conseguir. Algunos psicólogos lo llaman realismo resignado, qué nombre
más deprimente.
Seguimos con
Justine. La tenemos convertida en un mozo de muy buen ver. Los creadores de la
máquina quieren secuestrarlo para averiguar el secreto que hizo posible tal
maravilla. Justine se queda en casa de Chas, el típico pringado, poco
atractivo, aficionado a los videojuegos –en esa época los que jugábamos
teníamos fama de raritos. Sus padres, son los que todos queríamos tener en la
adolescencia: tolerantes, divertidos y siempre apoyando lo que hiciese su hijo.
A los 15 me hubiera muerto de envidia, ahora me parecerían el horror, es como si fuesen fumados y todo les
pareciera bien; es bonito para un adolescente, de todas formas, imaginarse unos
padres que apoyan todas sus burradas, y no olvidemos que era el público al que
iba destinado. En concreto, a las chicas: salen chicos desnudos y unos cuantos
penes –que una vez vistos, son censurados segundos después con una X y un
pitido, un momento divertido y algo cínico- y ninguna chica aporta más allá de
un erotismo parodiado y exagerado. Quien esperase algo hot, como era mi caso, se quedará con cara de ¿para esto me compro
el dvd? Sí, también me pasó, el título es engañoso, aunque viendo el tono
cínico y paródico de la película, se toma como parte de la diversión.
Terminemos la
historia: secuestran al pobre chaval –hay una enorme sorpresa que no desvelaré-, y hay final. Sí, hay final…
¿feliz?, ¿triste? ¿yo que sé? Sí puedo decir que los protagonistas dan un
pequeño paso más hacia el mundo adulto, y que, la única forma de avanzar, es
actuar. Cuando piensas, y piensas, y sigues pensando, algo falla, no quieres
dar el paso, te refugias en los laberintos de la indecisión, esperando que
alguien o algo te saque, “ya reaccionaré cuando llegue el momento”. Como
adolescente tardío que fui, me aprendí por la malas esa lección, que esta
película me recuerda, dando un empujón a los personajes para que, de una vez,
dejen de desear y se pongan manos a la
obra. Lo hace con gran humor y de manera chusca, es cierto, quien quiera
revivir los momentos del paso a la adultez, de una manera exquisita, sensible,
recordando lo complicado que fue, y que todo nos parecía posible a la vez que
imposible –qué terrible y bonito era- debería ver Susurros del corazón, anime del estudio Ghibli. Para mí, unas de
sus mejores películas. ¿Qué haríamos de volver atrás sabiendo lo que sabemos?
Si mi yo actual, visitase en el pasado al yo adolescente, sé que se llevaría
una gran alegría, llevo la vida que quise, aunque no la que soñé… eso es
vivir, ¿no?
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