lunes, 12 de agosto de 2013

Guerra Mundial Z



Los zombis están cambiando. Posiblemente, los adolescentes tendrán una imagen del zombi más dinámica, más física que la romeriana; en los últimos años, la horda zombi persigue en vez de esperar pacientemente que la comida llegue. Por mucho que se corra, en Guerra Mundial Z la suerte está echada, porque el no-muerto nunca se cansa, ni duda. Somos muchos los que preferimos al zombi lento, de casi nula inteligencia y actividad corporal bajo mínimos, pero la propuesta de Guerra Mundial Z (Word War Z, Marc Foster, 2013), al centrarse en el terror colectivo, en la nada de la multitud histérica, hace del zombi un enemigo del que no se puede escapar, y por ello mismo interesante, al no dar importancia al grupo de supervivientes sino a las masas que intentan huir sin tener escapatoria. De ahí que, en lugar de road movie, veamos más bien una, si se me permite la expresión, fly movie, pues, por tierra, la marabunta zombi es imparable, la única salvación está en el cielo… a veces.

La primera media hora, aproximadamente, nos va metiendo en la historia con dosis adecuadas de suspense, sin ver lo que ocurre, pero sabiendo que, como dice Gerry Lane (Brad Pitt), hay que moverse para sobrevivir, pararse es morir. Lástima del abuso del primer plano, que, unido al excesivo movimiento de cámara, llega a ser mareante. A ver cuándo pasa de moda la horrible moda de la cámara parkisoniana, que sin duda facilita la vida al director pero marea al resto de la humanidad. A medida que avanza el film, la cámara se va estabilizando, y empezamos a ver en qué se han gastado los casi doscientos millones de dólares, pasando de sugerir a apabullar. La parte de Israel es espectacular, especialmente la torre de cuerpos que forman los zombis para saltar los muros; sin duda, se ha convertido en  la imagen más representativa del film, y, por su fuerza icónica, en una escena que formará, casi seguro, parte de las secuencias clásicas del cine de… ¿de qué?, ¿de zombis?, ¿apocalíptico?, ¿terror? Para mí, tiene un poco de todo, aunque, a medida que avanza la historia, va entrando más en la dinámica del cine zombi, siendo las situaciones que se crean en el laboratorio survival casi romeriano, en el que la estrategia se vuelve más importante que el azar y la pura forma física. Es cine zombi, pero sin entrar apenas en cómo la pandemia ha cambiado la sociedad haciendo tabula rasa con la civilización, si bien pasa todo tan rápido que no da tiempo a asimilar los cambios, en eso es coherente el desarrollo del film, nada que reprochar.

Como amante de la ciencia, agradezco que no sea, esta vez, el culpable de la pandemia un mad doctor, una farmacéutica sin escrúpulos o una negligencia médica por jugar a ser dios. En Guerra Mundial Z, la ciencia es la solución y no el origen del apocalipsis, como en tantas superproducciones americanas. Bien sabido es lo conservadores que suelen ser los blockbusters; en este, se nota la mano de Brad Pitt como productor, en ningún momento se busca la moralina, el patrioterismo o la búsqueda de la fe ciega para conseguir el final feliz. Es una película honesta, que usa los tópicos con habilidad para hacernos pasar un buen/mal rato, sin adoctrinar ni culpabilizar al espectador que piensa de una determinada manera. Se quiere el espectador amortice su entrada y su tiempo. El caso opuesto, puede verse en El hombre de acero (Man of Steel, Zack Snyder, 2013), filme rabiosamente anticientífico: La frase en boca de la malvada kryptoniana “la evolución siempre gana” está colocada con toda la intención, entre otras muchas indirectas y directas contra la ciencia –y la razón- y a favor de la fe. También es un film que tiene muy presente la religión como catarsis, tanto por las analogías mesiánicas, las similitudes de Superman con Cristo, y en algunos planos que firmaría el Tea Party, como el del sacerdote orientando a un confuso superhéroe, que además, promete defender los intereses americanos al haber “nacido en Kansas”. Salí molesto y tenso del cine, con la sensación de haberme escapado de una secta, todo lo contrario que con Guerra Mundial Z, que me dejó buen rollo, el placer de un producto pensado para entretener, sin mayores pretensiones. No es que vea mal que un film quiera remover algo en el espectador o invitar a la reflexión, de hecho, el cine de autor es mi favorito. Pero, si se quiere hacer un producto palomitero y a la vez profundo, el director tiene que ser un excelente equilibrista, al alcance de pocos. Guerra Mundial Z no hará pensar ni removerá las entrañas a los espectadores, pero sí pasarán un buen rato con un film, coherente y bien montado, que no es poco después del culebrón que fue su rodaje. El final es algo cutre, más bien unos puntos suspensivos para invitarnos a la segunda parte que, esperemos, mantenga la coherencia y el estilo ameno y honesto de la primera.

Para terminar, a quien le guste el tema zombi, recomendar el libro, muy diferente al film, si bien tienen en común la perspectiva mundial de la guerra contra los no muertos, aunque el libro llega mucho más allá. Max Brooks ha dejado claro en un vídeo en youtube que su libro nada tiene que ver con el film, de hecho, su novela es para aficionados a los podridos de toda la vida, y posiblemente, al que le haya gustado la película, no le guste el libro, pero, nunca es tarde para cogerle cariño a los zombis. Nos recuerdan lo que podemos perder, y, por tanto, todo lo que tenemos. Entre todas las cosas, la mejor: estar vivos.


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