Los zombis
están cambiando. Posiblemente, los adolescentes tendrán una imagen del zombi
más dinámica, más física que la romeriana; en los últimos años, la horda zombi persigue
en vez de esperar pacientemente que la comida llegue. Por mucho que se corra,
en Guerra Mundial Z la suerte está
echada, porque el no-muerto nunca se cansa, ni duda. Somos muchos los que
preferimos al zombi lento, de casi nula inteligencia y actividad corporal bajo
mínimos, pero la propuesta de Guerra Mundial
Z (Word War Z, Marc Foster,
2013), al centrarse en el terror colectivo, en la nada de la multitud histérica,
hace del zombi un enemigo del que no se puede escapar, y por ello mismo
interesante, al no dar importancia al grupo de supervivientes sino a las masas
que intentan huir sin tener escapatoria. De ahí que, en lugar de road movie, veamos más bien una, si se
me permite la expresión, fly movie,
pues, por tierra, la marabunta zombi es imparable, la única salvación está en
el cielo… a veces.
La primera
media hora, aproximadamente, nos va metiendo en la historia con dosis adecuadas
de suspense, sin ver lo que ocurre, pero sabiendo que, como dice Gerry Lane
(Brad Pitt), hay que moverse para sobrevivir, pararse es morir. Lástima del
abuso del primer plano, que, unido al excesivo movimiento de cámara, llega a
ser mareante. A ver cuándo pasa de moda la horrible moda de la cámara
parkisoniana, que sin duda facilita la vida al director pero marea al resto de
la humanidad. A medida que avanza el film, la cámara se va estabilizando, y
empezamos a ver en qué se han gastado los casi doscientos millones de dólares,
pasando de sugerir a apabullar. La parte de Israel es espectacular,
especialmente la torre de cuerpos que forman los zombis para saltar los muros;
sin duda, se ha convertido en la imagen
más representativa del film, y, por su fuerza icónica, en una escena que
formará, casi seguro, parte de las secuencias clásicas del cine de… ¿de qué?,
¿de zombis?, ¿apocalíptico?, ¿terror? Para mí, tiene un poco de todo, aunque, a
medida que avanza la historia, va entrando más en la dinámica del cine zombi,
siendo las situaciones que se crean en el laboratorio survival casi romeriano, en el que la estrategia se vuelve más
importante que el azar y la pura forma física. Es cine zombi, pero sin entrar
apenas en cómo la pandemia ha cambiado la sociedad haciendo tabula rasa con la
civilización, si bien pasa todo tan rápido que no da tiempo a asimilar los
cambios, en eso es coherente el desarrollo del film, nada que reprochar.
Como amante
de la ciencia, agradezco que no sea, esta vez, el culpable de la pandemia un mad doctor, una farmacéutica sin
escrúpulos o una negligencia médica por jugar a ser dios. En Guerra Mundial Z, la ciencia es la
solución y no el origen del apocalipsis, como en tantas superproducciones
americanas. Bien sabido es lo conservadores que suelen ser los blockbusters; en este, se nota la mano
de Brad Pitt como productor, en ningún momento se busca la moralina, el patrioterismo
o la búsqueda de la fe ciega para conseguir el final feliz. Es una película
honesta, que usa los tópicos con habilidad para hacernos pasar un buen/mal
rato, sin adoctrinar ni culpabilizar al espectador que piensa de una
determinada manera. Se quiere el espectador amortice su entrada y su tiempo. El
caso opuesto, puede verse en El hombre de
acero (Man of Steel, Zack Snyder,
2013), filme rabiosamente anticientífico: La frase en boca de la malvada
kryptoniana “la evolución siempre gana”
está colocada con toda la intención, entre otras muchas indirectas y directas
contra la ciencia –y la razón- y a favor de la fe. También es un film que tiene
muy presente la religión como catarsis, tanto por las analogías mesiánicas, las
similitudes de Superman con Cristo, y en algunos planos que firmaría el Tea
Party, como el del sacerdote orientando a un confuso superhéroe, que además,
promete defender los intereses americanos al haber “nacido en Kansas”. Salí molesto y tenso del cine, con la sensación
de haberme escapado de una secta, todo lo contrario que con Guerra Mundial Z, que me dejó buen
rollo, el placer de un producto pensado para entretener, sin mayores
pretensiones. No es que vea mal que un film quiera remover algo en el
espectador o invitar a la reflexión, de hecho, el cine de autor es mi favorito.
Pero, si se quiere hacer un producto palomitero y a la vez profundo, el
director tiene que ser un excelente equilibrista, al alcance de pocos. Guerra Mundial Z no hará pensar ni
removerá las entrañas a los espectadores, pero sí pasarán un buen rato con un
film, coherente y bien montado, que no es poco después del culebrón que fue su
rodaje. El final es algo cutre, más bien unos puntos suspensivos para
invitarnos a la segunda parte que, esperemos, mantenga la coherencia y el
estilo ameno y honesto de la primera.
Para
terminar, a quien le guste el tema zombi, recomendar el libro, muy diferente al
film, si bien tienen en común la perspectiva mundial de la guerra contra los no
muertos, aunque el libro llega mucho más allá. Max Brooks ha dejado claro en un
vídeo en youtube que su libro nada tiene que ver con el film, de hecho, su
novela es para aficionados a los podridos de toda la vida, y posiblemente, al
que le haya gustado la película, no le guste el libro, pero, nunca es tarde
para cogerle cariño a los zombis. Nos recuerdan lo que podemos perder, y, por
tanto, todo lo que tenemos. Entre todas las cosas, la mejor: estar vivos.
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